En la actualidad, en España hay unos 12.000 puntos de producción y comercialización de joyas. De estos, 4.000 están en manos de autónomos, lo que hace este sector, un sector de pequeñas empresas. En palabras de Giovanna Tagliavia, secretaria general de la Asociación Española de Joyeros, Plateros y Relojeros (AEJPR), “Nuestro sector es de pequeñas y pequeñísimas empresas” y es que se trata, en su mayoría, de tiendas familiares de barrio dirigidas por un matrimonio.
Estas pequeñas tiendas de joyería están ahora mismo subsistiendo en el mercado. Sin embargo, según afirmó Tagliavia, “hoy en día no son rentables como negocios. Las pequeñas joyerías dan para disponer de un sueldo mensual pero insuficiente”.
Los problemas a los que se enfrenta el sector
Una de las razones de la decaída del sector es que, como la gran parte de las tiendas a pie de calle, están pasando por una crisis que está sufriendo el sector del comercio debido al auge del ecommerce y de las grandes plataformas digitales. De hecho, durante el último año se perdieron 31 comercios al día, según un informe de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA).
Sin embargo, éste no es el mayor problema que se enfrenta. Tagliavia explicó que “fue mayor la crisis de ventas que sufrimos por la afluencia de grandes almacenes en los centros de las ciudades y por la liberalización de horarios. Ambas cosas fueron las que más restaron ventas a las pequeñas joyerías de barrios”.
Esta situación, a su vez, queda en manos del Gobierno para una solución porque “ningún pequeño comercio en España puede hacer frente solo a esta crisis. Se necesita una política que debería complementarse desde las instituciones, ya que una joyería llevada por una sola persona podrá poner en marcha una web pero no tendrá la misma capacidad de distribución que los grandes operadores por internet”, convirtiéndolo en un plan a largo plazo.
Así que, lo único que le queda a los autónomos es poner todo su empeño para convertirse en empresas competitivas: “la pequeña empresa sólo podrá competir con productos diferenciados o consiguiendo las mismas ventajas que tienen las grandes empresas mediante uniones temporales o indefinidas entre negocios que compren al mismo tiempo, que dispongan de un canal de distribución eficaz, etc. Y, para ello, las instituciones deberían ayudar también, poner la carne en el asador”.
Pero, independientemente de los retos que plantean el auge del comercio electrónico y las grandes cadenas comerciales, los joyeros autónomos tienen que hacer frente también a otra serie de problemas específicos de su sector. Joyería Lorena, expertos en el sector, nos comenta cuales son:
- Competencia desleal
Las pequeñas joyerías tienen que hacer frente a una competencia desleal por parte de tiendas de regalo, bisuterías y mercadillos, que ofrecen a su clientela productos que dicen ser de plata, cuando en verdad no lo son. Según denunció la secretaria general de la AEJPR, esto ocurre como “consecuencia de que las instituciones públicas no están haciendo su trabajo en la supervisión del mercado. Los metales preciosos tienen que pasar controles del Estado pero compete a las Consejerías de Industria y Consumo de las Comunidades Autónomas verificarlo, pero muchas no lo hacen a pesar de que nosotros hemos denunciado casos de este tipo”
- Excesiva regulación
El sector está muy regulado hasta el punto de que “es imposible cumplir todas la normas. Las instituciones de la Unión Europea y de España parecen fábricas de crear normas sobre las que, después, no hay un seguimiento sobre su funcionamiento, eficacia o incluso su cumplimiento” explica Tagliavia
- No hay un mercado unido
Hoy en día, no existe la libre circulación de mercancías de joyería entre España y el resto de Europa. “La unidad del mercado es inexistente porque falta la creatividad institucional necesaria para armonizar marcas cuando estas son obligatorias. Tampoco hay protocolos entre Autonomías o de coordinación Autonomía-Administración Central”.
- Menos consumo
La desaceleración de la economía y la reducción de salarios se refleja en el número de clientes que acuden a las joyerías, las cuales padecen de “descenso del consumo.”
- Una actividad de riesgo
Por supuesto, este sector queda expuesto a riesgos de robos, los cuales siguen siendo un problema a pesar de que “hemos logrado un descenso de casi la mitad de delincuencia respecto a los años 2000-2007. Pero, aun así, nuestra actividad sigue teniendo mucho riesgo”.
- Cambio en los hábitos de los consumidores
Por último, pero no menos importante, está el factor de interés de parte del consumidor. Este ha cambiado sus hábitos de compra y ha dejado de guardar tan celosamente esas colecciones de joyas en las antiguas cajitas con melodía que nuestras abuelas usaban en sus épocas, para comenzar a invertir sus ingresos en otros placeres.
Y es que son los mismos joyeros quienes hacen eco de los cambios culturales en torno a la moda y a la industria de los complementos de lujo. Los artesanos de las piedras preciosas comienzan a augurar una desescalada en el sector: «Antes la clase media española solía pagar a plazos en las joyerías. Compraban un anillo con diamantes para la boda y se tiraban un año pagando la joya. Era la costumbre. Endeudarse por unos pendientes de 50.000 pesetas y lucirlos en las mejores ocasiones era motivo de orgullo para la persona que invertía en metales preciosos. Ahora, a muy pocos se les pasa por la cabeza estar dos años pagando la cuota de una pulsera labrada en oro puro.”
Esto porque la forma de vida actual empuja a los consumidores a buscar el conforty la satisfacción inmediata de los deseos, sin embarcarse en compromisos de pago a largo plazo. Así, el concepto de fast food invade otras industrias como la textil y los complementos de lujo, haciendo que los consumidores busquen la adquisición de otros productos de igual forma como lo hacen con una hamburguesa. «Un jersey se compra barato, se usa, lo lavas tres veces, se estropea rápido y se tira. Pues lo mismo está sucediendo con la joyería. El cliente prefiere comprar cinco anillos de bisutería low cost por 7 euros, esperar a que se oxiden y tirarlos que gastarse 900 euros en una esmeralda para el dedo», aseguran los trabajadores del sector.
Además, el consumidor está dejando el interés por el textil y las joyas, para reemplazarlo por otros placeres más vivenciales. Borraz, quien lleva treinta años detrás del mostrador de su joyería en Cataluña y ha sido testigo de la transformación en la demanda de los clientes, cuenta: «La clase media española prefiere viajar o comer en restaurantes. Ahorran durante todo el año para ir a Nueva York de vacaciones, ese esfuerzo económico no lo hacen ya por unos pendientes de diamantes como lo hacían nuestros abuelos».
La cultura gastronómica y el placer de lo inmediato, como el aumento de las ventas de las denominadas experiencias, masajes, spa, veladas románticas, escalada o puenting, están causando estragos en el mundo de las piedras preciosas.
Algunos expertos echan parte de culpa a la época de la crisis en España: «Tras el boom inmobiliario, a los españoles les empezó a dar reparo llevar joyas mientras sus vecinos lo estaban pasando mal. Se comenzó a vestir más informal, a estar pendientes de ahorrar y no gastar tanto en cuestiones materiales. Sin embargo, en este país seguimos gastando a espuertas, solo que en lugar de invertir en ir elegantes y distinguidos, ahora se opta por pasar desapercibidos. La clase media se ha homogeneizado en gustos».
«Es un problema de Europa. La gente ya no viste como antes. No le da importancia alguna. Antiguamente era muy relevante aparentar que estabas teniendo éxito en la vida. Mis abuelos lo expresaban a través de collares, perlas, zafiros, esmeraldas, diamantes o relojes de alta gama. Mandaban un mensaje a la comunidad. Eso representaba el esfuerzo personal de lo que habían conseguido y era motivo de orgullo. Ahora sucede lo contrario. Si a alguien le va bien, elige ocultarlo, no se desea que se le señale por miedo o por sufrir la envidia del ojo ajeno», han concluido algunos vendedores de calle.
Así, estos mismos, van perdiendo interés en continuar con el negocio familiar. «Son muchas horas detrás de un mostrador para vender cincuenta euros al día. Tenemos pérdidas y hay un estancamiento general. Las joyerías morirán en una década a favor de la bisutería».
Finalmente concluimos con los datos de la consultora DBK-Informa que indican que “las ventas en relojería y joyería se habrían situado en torno a los 1.750 millones de euros el pasado año, lo que supondría un crecimiento del 2,6%. Sin embargo, y pese a que ha habido cierto crecimiento, el sector de las joyas está desacelerándose con respecto al ejercicio de 2017, en el que el incremento fue de un 3,3%, y los expertos apuntan a que su crecimiento no superará el 2% anual.” Lo que quiere decir que se sigue manteniendo la tendencia bajista registrada en los últimos años, la cual viene marcada por el cierre de comercios independientes.