¿Ha cambiado nuestra cesta de la compra?

Si hace unas décadas la tendencia de las familias era salir a hacer una compra mensual, llenando el carro hasta arriba, para hacer acopio y llenar la despensa, hoy en día, esta despensa, que era fundamental en cada una de las viviendas, es una parte de la casa que ya puede que ni exista, y es uno de los cambios que han hecho que nuestra forma de ir al supermercado sea completamente distinta.

Así comprábamos

El día de la compra era un día señalado, cercano a principio o final de mes, dependiendo de el día de cobro. La familia entera se dirigía a grandes hipermercados, que normalmente estaban en la periferia y llenaban el carro a rebosar, después de haber recorrido cada uno de los pasillos de la gran superficie. La lista de la compra y las marcas blancas brillaban por su ausencia, así que además de lo necesario, el carro se iba llenando de productos que se iban metiendo por impulso, llevados por la publicidad. El importe del ticket se asemejaba al número de bolsas que se habían llenado: era gigantesco.

En la actualidad la estampa clásica ya no es una familia con dos o tres niños. Hoy podemos ver a más parejas o personas en solitario que van a hacer la compra, generalmente con una cesta. En la lista que llevan pueden haber anotado cuatro o cinco productos: los frescos que necesitan para las comidas de los próximos días y poco más. En la mayoría de los casos se gastan 20 o 30 euros por ticket, y son conscientes de que volverán al supermercado casi seguro la misma semana, si no la siguiente.

Se trata de dos maneras de consumir muy diferentes y que reflejan los cambios sociológicos, demográficos y económicos transcurridos en las últimas décadas.  La transformación principal es el número de miembros que forman una familia: al tratarse de familias más pequeñas, sus necesidades también lo son. De ahí que la despensa, que muchos podemos recordar en nuestra propia casa, o en la de nuestras abuelas, hoy sea un lugar inexistente. La falta de este espacio de almacenaje ha influido, a su vez, en el número de veces que tenemos que acercarnos al supermercado. Y esta necesidad de acudir de forma más asidua a la compra ha hecho que nos decantemos por supermercados y tiendas de proximidad, ya que en un mundo en el que todo son prisas, coger el coche para todo, nos resta tiempo. Además, la crisis económica aceleró la contención del gasto, por lo que nos acostumbramos a comprar sólo lo que vamos a consumir próximamente y a llevar una lista muy ajustada de la que no podíamos salirnos. El presupuesto destinado a la compra, por tanto, ha dejado de ser mensual para ser semanal, y esto nos ha permitido ser más comedidos en el gasto: consumimos una vez se acaban las cosas, no hacemos acopio de ellas.

¿Qué comemos hoy?

Uno de los cambios más significativos lo encontramos en el contenido de nuestras cestas. La tendencia de comprar de manera más saludable, añadiendo alimentos ecológicos, está despegando de manera definitiva. Las cifras reflejan una búsqueda de hábitos más saludables: cuatro de diez hogares han comprado algún producto bio/eco en los últimos años, el 74% dice seguir una dieta sana y el 69% prefiere productos locales, incluso aunque tuviera que pagar un poco más por ellos.

Este año, la preferencia de muchos consumidores ha sido la de incluir muchos más vegetales en su dieta, sin desplazar a otro tipo de alimentos completamente, como es el caso de la carne, pero sí disminuyendo su consumo. Seguir el consejo de los nutricionistas ha hecho que dejemos de demonizar a las grasas y aprendamos que las hay muy saludables, como es el caso del aceite de oliva, haciendo que su consumo aumente en detrimento de otros aceites vegetales. En este sentido el consumo de aguacate se ha disparado y hoy podemos decir que es un alimento de consumo habitual en muchos hogares. El mismo efecto ocurre con los envasados sanos, que son una gran opción y por ello ha aumentado su demanda. Es por ello que las empresas se han ido especializando y adaptándose a las demandas de los consumidores. Por ejemplo, podemos encontrar los productos de Hida,  que tratándose de una empresa que lleva más de cincuenta años en el sector, ya cuenta con envasados ecológicos, tan de moda, facilitándonos así su consumo, y sin perder ninguna propiedad en comparación con los alimentos frescos. Del mismo modo, las grandes superficies, como Mercadona, también apuestan cada vez más por el producto saludable.

Un poquito más expertos

Alimentarse es un placer, pero alimentarse bien depende en gran medida de los conocimientos y las habilidades que tengamos. Por suerte es algo que se puede ir mejorando y ya podemos encontrar mucha información sobre productos y dietas equilibradas.

En el momento en que nos decidimos por llevar una alimentación más saludable, la forma en que compramos y el cocinado que vamos a llevar a cabo son muy importantes. De ahí que se haga hincapié en estas dos habilidades en la web del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar social, y las englobe como uno de los aspectos básicos que inciden en una buena alimentación.

Estos dos aspectos pueden empezar a llevarse a cabo en familia, de hecho, el aprendizaje de buenos hábitos en edades tempranas influye en su incorporación a la vida habitual, haciendo que éstos se mantengan en mayor medida en personas que fueron educadas así desde niños.

Las habilidades de compra hacen referencia a la planificación y el desarrollo que llevamos a cabo para conseguir realizar una compra inteligente. Combinar nuestros gustos personales y los de la familia, con el tiempo que disponemos para cocinar hará que aprovechemos mejor todo lo que metemos en nuestra cocina, evitando que los alimentos se estropeen por no consumirlos. Planificar los menús nos ahorra tiempo y dinero: ir al supermercado con una lista de lo que necesitamos, nos ayuda a ser más rápidos y a no entretenernos. Aprovechar la experiencia de lo que ya hemos consumido, comparando su calidad, hace que nuestra elección sea más consciente, evitándonos muchas veces comprar una marca por ser la más popular, y que, de esta forma podamos ahorrar.  Por supuesto, consumir productos de temporada, además de hacer nuestra dieta más variada, influye en el gasto y en la sostenibilidad.

En cuanto al cocinado podemos decir que una de las principales diferencias entre una dieta sana y otra que no lo es, es el consumo de procesados. Comer comida real implica cocinarla, así de fácil. Puede parecer complicado por el tiempo que debemos dedicar a la preparación, y por eso una buena planificación es clave para no dejarlo. Hoy en día, con los sistemas de conservación de los que disponemos, podemos cocinar un día a la semana y dejarlo casi todo listo para su consumo, evitando llegar a casa con hambre y cansados, y comer lo primero que veamos, que no necesite preparación, y que normalmente se trata de algo poco saludable. En nuestro país las técnicas de cocinado más utilizadas son: hervido, asado, plancha, salteado, vapor, fritura o microondas. No todas son igual de sanas, y no todas pueden aplicarse indistintamente. Es por ello que informarnos de las diferentes técnicas y adecuarnos a los gustos de la familia es siempre un acierto.

Para quien todavía albergue dudas sobre cómo empezar a alimentarse mejor, dos cosas: papel y lápiz. Empezar llevando un registro de comidas, que puede ser semanal, hará que veas que alimentos sueles consumir, cuáles son saludables y debes mantener y cuáles sería mejor reducir o evitar, la manera en que sueles cocinar, qué tipo de bebidas sueles consumir, cuánta fruta incluyes en tu dieta… A partir de ahí, el truco está en ir modificando poco a poco lo que quieres cambiar e ir introduciendo nuevos alimentos y nuevas preparaciones más saludables. Y todo ello, sin olvidarnos del sabor, comer sano no tiene porqué ser soso: hay infinidad de recetas muy apetecibles y sanas. Sólo hay que saber buscar. La salud, sin duda, merece la pena.

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