La primera vez que escuché aquello de “no tienes hueso suficiente para ponerte un implante” me quedé a cuadros. O sea, ¿qué se supone que significa eso? ¿Que me tengo que olvidar de recuperar el diente? ¿Que voy a estar toda la vida escondiendo la sonrisa?
Por un momento pensé que no había solución. Luego lo fui asimilando y entendí que el problema no es tanto lo que te dicen, sino el cómo lo dicen. Porque normalmente te sueltan un montón de palabras que no entiendes y sales más confundido que antes de entrar. Y eso te deja con la sensación de que no tienes salida.
Con el tiempo descubrí que sí hay alternativas y que la cosa no es tan dramática como parece, solo que nadie se sienta a explicártelo. Y a ti te toca juntar las piezas y buscar información.
¿Por qué se pierde el hueso?
El hueso del maxilar no es eterno. Si te falta un diente durante mucho tiempo, el hueso que lo sostenía dice: “Bueno, si aquí ya no hay trabajo, me voy reduciendo”. Y se empieza a reabsorber. O sea, como cuando tienes una planta en casa y dejas de regarla. Literal: se va.
Los motivos más comunes son:
- Cuando pierdes un diente y no lo reemplazas pronto. Sin raíz que estimular, el hueso se empieza a gastar.
- La famosa enfermedad periodontal. Que es básicamente cuando las encías están mal, se inflaman, y poco a poco el hueso también se ve afectado.
- Golpes o traumatismos. Si alguna vez te caíste de la bici, del monopatín o de un patinete eléctrico (clásico), un mal golpe puede acabar en pérdida de hueso.
- El paso del tiempo. Sí, aquí no hay escapatoria. Cuanto más mayores, más fácil que el hueso se reduzca.
La cosa es que, sin hueso suficiente, los implantes normales no pueden sujetarse bien. Y ahí viene el drama: cuando te dicen “tienes poco hueso”.
Las técnicas que existen para solucionarlo (y no quedarte sin implante)
Aquí viene lo bueno. Porque resulta que la odontología no está en la Edad Media. Hay un montón de formas de poner implantes aunque no tengas hueso de sobra. Obviamente, no todas son para todos, pero al menos da tranquilidad saber que opciones hay.
- Elevación de seno maxilar: Este nombre suena a operación espacial, pero en realidad es una técnica bastante usada. Imagínate que en la parte de atrás del maxilar superior (o sea, arriba, donde irían las muelas de atrás), no tienes hueso suficiente. Pues lo que hacen es levantar un poquito la membrana del seno (como un “huequito” que tenemos ahí) y rellenar con injerto óseo. Eso le da altura al hueso y ya se puede colocar el implante. No es lo más simple del mundo, pero funciona muy bien.
- Injerto óseo: Aquí la cosa es regenerar hueso donde falta. Puede hacerse con hueso del propio paciente (suena creepy, pero es lo que hay), o con materiales biocompatibles que hacen la misma función. La idea es que, una vez regenerado, el hueso ya aguanta el implante como si siempre hubiera estado ahí.
- Implantes cigomáticos: Vale, este es nivel avanzado. Se usan cuando la pérdida de hueso es brutal. En vez de poner el implante en el maxilar, lo colocan en el hueso cigomático, que es básicamente el pómulo. Y claro, como el pómulo es fuerte, ahí sí que se sujeta. Esto no es para cualquiera, pero es una pasada lo que se puede hacer cuando parece que no hay salida.
- Implantes cortos o angulados: La joya de la modernidad. No hace falta tener un huesazo de 10 cm para ponerlos. Como son más cortos o van colocados en ángulo, se adaptan a zonas donde el hueso está justito. Y muchas veces te evitas pasar por injertos o cirugías más largas.
El drama de que te digan “no puedes ponerte implantes”
Aquí quiero hacer una pausa porque es algo que pasa mucho. Lo típico: vas al dentista, miran la radiografía y te dicen “no tienes hueso, imposible poner implantes”. Y claro, sales de la consulta pensando que la única opción es una dentadura postiza de quita y pon.
Aprendí que eso depende mucho de cada clínica y de cada profesional. No todos usan las mismas técnicas, ni todos están al día con las opciones nuevas. Por eso, si te pasa, no te rindas a la primera. Busca segundas opiniones.
Porque, como ya viste, hay técnicas para casi cualquier caso.
¿Duele o no duele?
Pregunta clave, algo que todo el mundo quiere saber. Yo también me lo pregunté y te soy sincera: no es que no duela nada, pero no es el infierno que uno imagina. Con anestesia no sientes la cirugía, lo que molesta es después, como con cualquier intervención. Hinchazón, algo de dolor los primeros días, y luego va bajando.
Lo importante es que te den las instrucciones claras de cómo cuidarte. Que si no fumar, que si enjuagues, que si dormir con la cabeza un poco más alta… Cosas así que marcan la diferencia entre una recuperación tranquila y una con complicaciones.
Lo que nadie te cuenta
Otra cosa que descubrí es que aquí no hay que correr ni que tener prisa. No es como pedir comida a domicilio que llega en 30 minutos. Si necesitas injerto óseo, tienes que esperar a que se regenere bien antes de poner el implante. Eso puede ser meses. Y sí, es un rollo, pero si lo haces con prisa, al final sale mal y toca repetir.
La paciencia es clave. Y mientras tanto, puedes usar provisionales, así que tampoco es que vayas por ahí con un hueco enorme en la boca.
La parte mental de todo esto
Perder dientes o tener que pensar en ponerte implantes puede afectar al ánimo. Parece una tontería, pero cuando no puedes sonreír con tranquilidad, te cambia la forma de relacionarte. Incluso te puede dar cosa hablar, reírte fuerte o comer delante de otras personas. A veces hasta evitas ciertas fotos o reuniones sociales porque no te sientes cómodo/a con tu sonrisa.
Por eso creo que es tan importante saber que sí hay soluciones. Y que no importa la edad ni lo complicado que parezca el caso, siempre se puede mejorar. Saber que hay opciones te da un alivio enorme y cambia por completo la manera de afrontar todo el proceso, con menos miedo y más confianza.
Consejos prácticos para no liarte
Antes te hice una lista rápida, pero voy a explayarme un poco más, porque estos temas no son de “me lo contaron en 5 minutos y ya lo tengo todo claro”.
Si de verdad quieres que el implante salga bien, hay detalles que marcan la diferencia:
- Haz todas las preguntas que se te ocurran. No te dé vergüenza parecer pesado/a. Es tu boca, tu dinero y tu tiempo. Si no entiendes qué técnica quieren usar contigo, que te lo expliquen de nuevo.
- Ten expectativas realistas. Sí, vas a recuperar el diente, pero no esperes que a la semana estés comiendo turrón duro como si nada. Es un proceso, y como todo proceso, lleva su tiempo.
- La higiene es sagrada. Después de la cirugía, sigue las instrucciones al pie de la letra. Nada de hacerte el valiente con los enjuagues antes de tiempo o saltarte los cuidados “porque ya no duele tanto”. Lo que no cuidas hoy, se te complica mañana.
- No compares tu caso con el de tu primo o tu amiga. Cada boca es un mundo. Puede que a alguien le pusieran un implante en dos días y a ti te digan que hay que esperar meses. Y no pasa nada. No significa que lo tuyo sea peor, simplemente es distinto.
- Evita el tabaco y el alcohol al principio. Ya sé que suena a bronca de madre, pero es real: estas cosas ralentizan la cicatrización y hacen que los implantes tengan más riesgo de fallar.
Cuando me lo extaba pensando, acudí a la Clínica dental Castro Ferreiro, quienes tienen mucha experiencia en este campo, y ellos me comentaron que “la clave está en personalizar cada caso. No existe un único camino, sino la técnica adecuada para cada persona.”
Claro, no es lo mismo mi caso que el de un anciano que tenga osteoporosis. Es simple.
Al final, todo esto no va solo de huesos, implantes y técnicas
Aunque el proceso pueda dar algo de miedo al principio, porque todo lo de los dentidtas nos aterra, con toda la información y un buen profesional, la cosa cambia totalmente.
Por eso, si alguna vez te han dicho que no tienes hueso suficiente, no lo tomes como un “no” definitivo, porque no es real. Piénsalo como un “aún no, pero hay caminos”. Porque los hay, y lo mejor es que cada vez son más seguros, más cómodos y más rápidos.
Yo creo que lo importante es no resignarse. Porque al final lo que quieres es volver a reírte sin taparte la boca, comer tranquilo y sentir que tu sonrisa es tuya. Y para eso, hoy en día, sí hay soluciones.