Un divorcio no es sinónimo de desastre empresarial

Dice la Real Academia Española que el divorciar es disolver o separar, por sentencia, el matrimonio con el cese efectivo de la convivencia conyugal. Pasamos por una época en la que una figura como ésta es tristemente usual en España. No en vano, según esta noticia de El Mundo en 2014 se produjo un total de 105.893 sentencias de divorcio en nuestro país, un 5’4% más que durante 2013. Las rupturas de parejas de hecho también son cada día más numerosas en España.

El desarrollo de la economía familiar en España hace que sea ahora cuando las parejas que ya tenían pensado divorciarse desde hace tiempo den el paso. Separarse puede resultar caro, y no todo el mundo ha podido asumirlo hasta que se ha encontrado en una posición económica desahogada.

Desgraciadamente, mi exmujer y yo empezamos a entrar en crisis hace algunos años. La situación de nuestro matrimonio no había sido nunca mala en 25 años, pero en cuanto empezamos a tener diferencias en cuanto a la gestión de la empresa que teníamos en común las cosas se empezaron a torcer. Nos parábamos de discutir, nuestra relación se había oxidado y nuestros hijos también se comenzaron a dar cuenta de que aquello no funcionaba.

La empresa, una inmobiliaria que teníamos en nuestra ciudad, también se veía perjudicada por la situación. Sin apenas comunicarnos entre nosotros durante las horas de trabajo era muy difícil salir adelante e incluso nuestros clientes comenzaban a sentirse incómodos ante la sensación de que allí algo no iba bien. Teníamos que divorciarnos y que uno de nosotros le vendiera su parte de la entidad al otro.

En aquello sí estábamos de acuerdo. Y había que hacerlo con urgencia. Por ello, yo empecé a buscar información por Internet para contratar a un abogado que me prestara sus servicios durante el proceso. Evidentemente y como muchos españoles, quería encontrar a alguien a quien me resultara barato contratar y que tuviera experiencia en estos casos.

Encontré lo que buscaba gracias a www.tramitesfacilessantander.com. Dentro de la amplia oferta de temas para los que prestan asesoramiento y defensa había espacio para el pedregoso tema de los divorcios, por lo que contacté con ellos y les expliqué mi situación poniendo el foco en que además del matrimonio había una empresa familiar de por medio que necesitaba una solución inminente para seguir funcionando.

Solución beneficiosa para ambas partes

En cuanto a los temas de empresa, yo era el que solía ejercer el puesto de director aunque la entidad estaba a nombre de los dos. Por eso mi abogado y yo sabíamos que era más probable que mi por entonces todavía mujer pusiera un precio a su parte de la empresa para que se la comprara. El abogado me recomendó tener paciencia y así lo hice. Sucedió justo lo que habíamos planeado: ella puso una cantidad para la venta de sus derechos y yo los compré.

Por lo demás, el papeleo fue rápido y mi abogado fue el que se encargó de gestionarlo prácticamente todo. La resolución que emitió el juez con respecto a los niños fue la de la custodia compartida, algo que por otra parte deseábamos tanto la madre como yo. Quizá la única cuestión en la que habíamos coincidido en los últimos tiempos.

En la actualidad, las cosas me van bien. La inmobiliaria funciona perfectamente, porque en el lugar de mi exmujer contraté a una chica joven y recién licenciada que es trabajadora y tiene un don de gentes envidiable. He conseguido que mis clientes vuelvan a sentirse cómodos cuando acuden a nuestro local y que recuperen esa confianza que quizá habían perdido a consecuencia de la situación anterior.

Finalmente, anímicamente me encuentro mejor que durante mis últimos meses de matrimonio. He superado la ruptura, vuelvo a tener pareja y veo a los niños con asiduidad puesto que la custodia compartida me permite tenerlos en casa durante buena parte del año. Creo que poco más se necesita para vivir. El abogado me hizo fácil sobrellevar el divorcio y no tener que enfrentarme a papeleos diarios que me recordaran la dificultad de la situación me ha permitido superarlo todo con rapidez. Una suerte.

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